EL TALLER Y EL PLAN DE ESTUDIOS 2015

Desde las acepciones del Proyecto, los Talleres de enseñanza y una implementación posible y enriquecedora. Nuestra mirada, taller Apolo.




ENFOQUE PROYECTO

La enseñanza del Proyecto transita tiempos especialmente turbulentos. Las crisis provocadas  a diario sobre los conceptos, la tecnología y la cultura en general, provocan una fluctuante plataforma de valores y certezas (e in-certezas), y construyen un panorama de incertidumbre cada vez más basto y cada vez más presente.

Podemos comenzar por lo fascinante del término “proyecto”. Éste ha sido adoptado ya como parte inseparable de todas las disciplinas, pero aun sin elevar su desarrollo a una manera propia (de las diferentes disciplinas) sino, más bien, han banalizado la cuestión en casi todos los casos.

En la apropiación difundida del término “proyectar” en la carrera del conocimiento actual, debemos rescatar o reivindicar  la extensa y estructural naturaleza del “proyecto” en el ámbito de la arquitectura.

El sano desarrollo de esa heurística que llamamos proyectar, implica para los arquitectos, no permitir descansar nuestras capacidades estructurales en el mero hecho de decirlo o practicarlo.

De las pocas disciplinas estructuralmente proyectuales, la arquitectura ha sido y seguirá siendo, la más desarrollada y la que, con mayor experiencia, ha transitado sus saberes, desarrollando masa crítica, tradición histórica y acciones pedagógicas, que elevan el concepto de “proyecto” a la propia definición de la disciplina. La Arquitectura es indisoluble de la acción de Proyectar.

En la conciencia heurística, como guía hacia el conocimiento, la docencia ha transitado por la sumatoria de experiencias, en las miradas diferentes, en la progresiva evolución de los epistemes de la disciplina y ha identificado la intensa necesidad de trasvasar la comodidad de descubrirlo o practicarlo, forzando la inquietud a nuestras didácticas e investigaciones.

El Proyecto conforma una cualidad estructural intelectual. La mayor parte de las veces es insondable. No soporta metodologías dominantes, contenidos preestablecidos, no respeta protocolos de enunciados ni fórmulas científicas. No adopta ni rechaza, todo lo incorpora, nada le resulta ajeno.

En la cátedra, los procesos de enseñanza-aprendizaje, procuran capturar estados de cuestión, atmósferas, cúmulos de recursos, virtudes varias, pero siempre todo será arbitrario y proyectual hasta conformarse en respuesta. El Proyecto es, en un solo acto, problematización y respuestas, es un acto de conciencia expresa y permeable que procura establecer la acertada descripción de los problemas para encontrar con acierto las soluciones.

FOCAL DIFUSO

Es verdad que la enseñanza del proyecto ha transitado largos tramos de su historia fundada en la “experiencia del docente”, quien se planteaba como “iluminador” del alumno ante una serie de requerimientos (pocas veces entendidos) y transformaban el aula en una sala de consultas prácticas que buscaban resolver la superficie de sólo algunos aspectos de la arquitectura. Muchas veces se les llamó ejercicios de emulación, suponiendo que en el taller y en esa modalidad se reproducía parte de una cierta práctica profesional, se producirían las sinapsis supuestas y las habilidades y destrezas surgirían en el acto de imitación.

La dinámica del Taller como modelo docente, le imprimía a esta relación un ámbito realmente fecundo. En los talleres, los profesores compartían reflexiones y procederes significativamente efectivos. Y de esa modalidad se fue conformando una mitología del Taller como ámbito y a sus mentores como referentes sagrados.

Sin ánimo de subestimar, los cursos desarrollaban, en su mayoría, muy poca capacidad reflexiva sobre los problemas de fondo que emergen de los planteos, y casi siempre, esta involuntaria ligereza proviene de dos aspectos históricamente erróneos:

-Que la respuesta de los problemas del Proyecto está en el instrumental y por ende
el tiempo más importante es el dedicado a la materialización de la arquitectura, o sea el tiempo donde los estudiantes elaboran instrumentos de respuesta.

-Que la mayor parte de la Arquitectura se valida en el instrumental utilizado, en sí y por sí, sin mediar conciencia de lo proyectual, como si acaso el proyecto fuera siempre revelado en los propios instrumentos.

Hoy, el mundo nos obliga a una formación diferente, una formación más vinculada al germen de la arquitectura; más vinculada a los procesos productivos y a la lógica del mercado; aceptando el rol diverso que una intervención implica. Debemos entender que la obra de arquitectura es una consecuencia más que una razón.

Esto es un cambio. La explicitación de un cambio en el paradigma y la consiguiente transformación pedagógica y didáctica que supone, nos enfrenta al desafío importante de re-pensarnos como cátedras, como institución y como disciplina, y como ya es sabido: el Plan de Estudios se declara como una forma de auto-definirnos.

A partir de ésto trabajaríamos por una organización de Plan que logre todas las oportunidades posibles para desarrollar este nuevo estado de conciencia y práctica.

ILUSIÓN DE UNA NUEVA PLATAFORMA DE OPORTUNIDADES

Primero, procuremos instalar un área concreta y segura para discutir de Proyectos, estando exentos de otras implicancias formativas que no sean las requeridas en cada instancia, con pertinencia y amplitud intelectual.

Y detrás de cada instancia, un lugar distendido y libre para practicar los instrumentos, elegirlos, operarlos o inventarlos.

Así, desarrollando separado o simultáneamente la reflexión del par Proyecto-Instrumento, lograremos  liberar los prejuicios y las tendencias a hacer por hacer, de prefigurar sin sentido, o actuar impertinentemente.

De este modo surgirá la creatividad como novedad o inteligencia, sabiendo del rol que ocupamos en los procesos productivos y las implicancias de nuestras acciones en el desarrollo social.
Porque el proyecto, en el sentido más amplio, es una construcción colectiva y cultural, mientras que el instrumento, su respuesta, el diseño de su materia, es sólo una interpretación momentánea,  plagada de circunstancia y subjetividad.

Tradicionalmente, los arquitectos hemos entendido como proyecto a esto último, la concreción subjetiva de una interpretación de un proyecto “mayor”.

Acordamos con la idea de que la arquitectura hoy ocupa las góndolas de comercios donde tomarla resulta efecto de una inteligencia de elegir, acorde a un proyecto lúcido y apropiado, que responda no en términos de su exclusividad sino de su pertinencia y consistencia.

Esto es importante. Esta visión quita del foco principal de las actuaciones a los diseños e instrumentaciones. (Probablemente reduciendo su trascendencia y dando paso a la producción de arquitectura más como un hecho de inteligencia estratégica que a su propia materialización.)
Está bien. Esto es un debate actual que no podemos evitar. Nos obligamos a ejercer esta visión en un ámbito crítico, que nos permita desarrollar con pertinencia nuestras habilidades, rescatando el espíritu de la disciplina de la presión del estado de las cosas sin renunciar al rol protagónico de la arquitectura que los tiempos reclaman.

Este paisaje es el que debemos sostener. El taller como ámbito de enseñanza y crítica es el lugar más apropiado para desarrollarlo.

En una Facultad de Proyectos, esencialmente de Proyectos, todos los esfuerzos deben fortalecer este perfil.

Habrá de dotarse la currícula de condiciones concurrentes a esta manera de entender la competencia, el rol, y la trascendencia de la disciplina. Aceptando que la verdadera incumbencia del arquitecto es su capacidad proyectual. Proyectual en los términos que lo hemos descrito, elevando su sensibilidad holística y desarrollando al extremo sus destrezas y habilidades.

PLAN DE ESTUDIOS

Todo esto es lo que debería lograr cualquier implementación del Plan.

Nuestro futuro Plan de Estudios surge de una imprescindible actualización de la curricula y los tiempos, a la luz de un fracasado plan anterior lleno de buenas ideas e incorporaciones, que no ha podido ser implementado acertadamente y ha diluido su potencial en algunos conflictos de organización que han hecho del mismo una herramienta inviable.

Y cuál es la viabilidad del Nuevo Plan?
Que aspecto de organización y la “ingeniería” del Plan garantízan la posible puesta en práctica de sus objetivos?
El nuevo Plan enfrenta desafíos políticos universitarios, demanda de tiempos adecuados, efectividad en la curricula y un profesional arquitecto universal en cinco años. A todo esto, solo un proyecto inteligente de implementación, que optimice las instancias de evaluación, y permita adecuar los contenidos de materias planteados como obsoletos y nuevos conocimientos incorporados en cualquier área de la disciplina. Es la hora de una significativa  revisión.

En el área del proyecto, debemos implementar la práctica de los desarrollos que hemos descrito, recostados a esta incertidumbre que enriquece la energía docente y la avidez estudiantil.

Deberíamos alentar a que la materia se redefina en cada instante y se abra a instancias trasdisciplinares tanto como se pueda, porque del enriquecimiento lateral y concurrente se nutre nuestra capacidad y consolida nuestra inteligencia proyectual como un saber colectivo y abierto.

El taller, tal como lo ha hecho en toda la historia de esta fantástica Facultad de Proyectos que compartimos, debe ser el centro operativo de la práctica docente. (Más allá de un concepto que entendía que en el taller se producía “la síntesis de todo los conocimientos adquiridos” por el estudiante) entendamos que proyectar es una materia en sí misma, que tiene sus propias fronteras y ámbitos de investigación y práctica y es nuestra la responsabilidad de elevar ese saber hacer y pensar a su propio límite.

Más horas pensando Proyecto, más horas compartiendo problemas, más horas probando soluciones, descubriendo e inventando instrumentos.
Más instancias de transversalidad operativa con todas las áreas, siempre enfocando la arquitectura en el proyecto como modo de entender la concurrencia de los aspectos culturales y técnicos, haciendo flagrante la interacción e interdependencia.
Más práctica proyectual en cualquiera de sus especificidades y escalas.
Más argumentos, más reflexiones, más desafíos.
Más debates, más concursos, más estudios.

Cualquier implementación de este nuevo Plan debería enfocar sus organizaciones a consolidar nuestra principal característica, nuestra diferencia incuestionable, la inteligencia proyectual, y elevar nuestra práctica en todas sus dimensiones.

No desconocer ni un contenido teórico, ni una práctica técnica o tecnológica.
No reducir el conocimiento de las áreas culturales y tecnológicas ni un ápice.
Pero ante todo, priorizar la construcción del pensamiento complejo y las habilidades concurrentes para entender el mundo y la sociedad como un  desafío constante donde las ideas transformadoras detonan acciones de variada naturaleza, y cada tanto, la arquitectura se constituye en un motor de cambio, hacia la justicia social, la igualdad y la libertad.

jca

Montevideo, 21 de setiembre de 2015