TALLER


Para enseñar habría que reunir tres condiciones imprescindibles: saber, saber enseñar y querer enseñar  Campos Baeza


                                                  [CV]
Y de la arquitectura decimos,…”una arquitectura que obedezca a una vocación de vida, a la vocación de otra vida, a la vocación de una vida superior.Una arquitectura ajena a lo instituido por los dueños del espacio y sus inquilinos.
Alejada del circo consumista y sus saltimbanquis.
Exterior al sindicato arquitectónico y sus gendarmes.
Fruto maduro de un trabajo colectivo lento y profundo como toda cultura verdadera [0].

DEL TALLER COMO SISTEMA DE PENSAMIENTO
Como sistema de pensamiento, como estructura policéntrica (en contraposición a lo pirami­dal).

El taller es, sin lugar a dudas, el modelo docente por excelencia en la enseñanza del proyecto. Esta ope­rativa se manifiesta como la más hábil manera de producir las sinergias posibles en la didáctica que se ponga en práctica [1].

Promovería el Taller como un lugar de confluencia intelectual y creativa, transformando cada minuto de experiencia colectiva en un acto docente preciso y holístico; el Taller como el lugar donde cada día se reinstala la definición de la disciplina, donde se transgreden los límites y se confabula por un objetivo común, explícito, y trascendente.
Lo único que debiera ser inalterable en el Taller es la actitud docente en el rompimiento de las rutinas preestablecidas, la apertura de visiones y las innovaciones operativas.
Luego, todo es móvil. Todo está levemente controlado por un proceso precario de avances y propósi­tos presididos por una prédica constante de las convicciones relevantes, comprometidas y éticas.
Y una responsabilidad docente ligada íntimamente con la mirada colectiva.

En principio y sólo como guía de un comienzo, centraría la práctica docente del Taller en implantar los puntos básicos de reconocimiento de “una manera” de hacerlo. Luego, como forma resultante de la puesta en común de los principios movilizadores, abriría los conceptos descriptos en este ensayo a un colectivo formal, permeable, abierto, sin exclusiones ni primacías, que motorice un Proyecto Colectivo.
Referimos a un proyecto colectivo, vertical y ambicioso, que guíe la experiencia individual de cada inte­grante del taller (docentes y estudiantes), acompañado por planteos comunes en todos los cursos, y pro­fundidades diferentes según cada uno.

Me propondría proteger al taller (como cátedra universitaria) de los avatares cotidianos de la arquitec­tura en la calle, de los corrillos editoriales, de las modas y tendencias. Provocaría el impulso liberador que es obligatorio como actitud universitaria, y remarcaría permanentemente que el objetivo de la for­mación proyectual es construir un intelecto hábil y creativo que incluya la capacidad de transformación, siempre dispuesto a forzar los limites de la materia, los limites de la profesión. Un individuo social­mente comprometido, libre y responsable que asuma el rol que la cultura y la sociedad le depositan [2].
El desarrollo de plataformas de certezas (aunque precarias), así como una mirada provocadora sobre la realidad o la verdad establecida, será el objetivo general en la formación del estudiante. La primera, como construcción básica de ciertos puntos fijos sobre el “saber qué” y el “saber cómo”, y la segunda, como generador incansable de cuestionamientos que desestabilicen las propias plataformas de certezas
Y no podría plantear ningún desafío docente y/o profesional que no reconozca explíci­tamente la situación actual [3] de nuestra disciplina, inquietud ésta que debería no ser exclusividad del Ta­ller sino de todo el Plan de Estudios.
La realidad globalizada, la pérdida de estado crítico y el sometimiento de la arquitectura al orden eco­nómico imperante, han transfigurado su capacidad de inventiva y su energía vital en la representación humana. Mal que nos pese, el dominio del capital sobre el pensamiento arquitectónico [4] ya es un hecho incluido en la vertiente histórica que ha convertido la ilusión moderna en un negocio, y las utopías en pastiches inoperantes de poca relevancia.


NOTAS
[0] De Norberto Chávez, la otra arquitectura. (ver anexo)
[1] El modelo de Taller es una práctica ancestral en la enseñanza de la arquitectura, donde el modelo más pregnante fue el modelo Beaux Arts, el que ha dominado la práctica docente desde su implantación a principios del siglo XX. Cabe destacar que, algunos modelos “opositores” a la lógica del taller Beaux Arts, como el modelo Bauhaus o los pro­pios Arts and Crafts, no han innovado significativamente el concepto de taller, y aun en la más rebelde oposición de nuestro conocido Plan 52, el modelo reinante en su imposición fue el mismo.


[2] Joseph Quetglas – “…El objetivo de la enseñanza en un centro universitario público no es la obtención de un título, sino que debería ser la formación de una profesión. No como se practica efectivamente en la calle sino, al contrario, tal como no se practica. La enseñanza debe ser inactual: enseñando una profesión tal como ya no se ejerce, y ense­ñándola tal como aún no se ejerce.Ese es el precio para conseguir que los profesionales así formados sean capaces de adecuarse y definir su papel frente a cualquier circunstancia, por cambiante e inesperada que sea. Por el contrario, los Propietarios de un título o los Adiestrados en repetir una respuesta de actualidad pierden su cualificación al primer cambio de condiciones. Y las condiciones no paran de cambiar.Una escuela de arquitectura que no quiera ser una oficina de expedición de títulos o un centro de adiestramiento ha de mantener los niveles de práctica profesional que eran la sabiduría del oficio de generaciones anteriores, para en­contrar ahí, enfrentadas al conocimiento de nuestro presente, las formas del oficio de un tiempo futuro.El contenido de la enseñanza siempre debe ser, al mismo tiempo, anacrónico y vanguardista. Debe estar al margen, si no enfrente, del mundo de la eficacia y la aplicabilidad, del mundo de la rentabilidad inmediata, del mundo del mer­cado…”


[3] Un invisible hilo conductor parece conectar la sensibilidad del barroco, “sólo soy apariencia”, (Baltasar Gracián), con la del surrealismo, “las palabras comienzan en la boca”, (Tristán Tzara), y con cierta forma de producirse en la ac­tualidad. No sólo el ornamento ya no es delito, sino que el tatuaje, el graffiti y el piercing parecen ser las formas de inscripción más poderosas de la cultura presente. Ignacio De Sola Morales, de reciclando Madrid- Abalos y Herreros


[4] …Si es que aún existe.